Infiltran la ideología de género en la crisis de Ucrania

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Elena Mizulina.
Por: Silvia Palacios

En la aguda crisis internacional desatada por los acontecimientos en Ucrania, tensionada por el resultado del referéndum favorable a la independencia de Crimea, la alianza Estados Unidos-Unión Europea, comenzó a imponer sanciones a Rusia, lanzando una insólita lista de personalidades rusas -juzgadas de indeseables- que no podrán viajar a ningún país de tal alianza, y si fuera el caso, tendrán congelados sus bienes en esas naciones, ya que están acusadas de “tener responsabilidad en el deterioro de la situación de Ucrania”.


Ese tipo de castigó está legitimado como un arma del derecho internacional vigente en nuestros días, de manera que los integrantes de la lista negra, guardan el estatus de enemigos de la convivencia pacífica entre las naciones. Por eso no deja de llamar la atención las razones que llevaron a incluir entre los proscritos a la diputada Elena Mizulina, una de las personalidades rusas más polémicas y molestas para la cultura laicista radical occidental.

Lejos de tener algo que ver directamente con la crisis de Ucrania, el castigo es más que nada por su valiente confrontación con la ideología del género, su compromiso en los valores cristianos de la familia y con estas convicciones, desempeñar sus funciones en la presidencia de la Comisión para la Familia, la Mujer y la Infancia de la Duma rusa.

Todo indica que la batalla cultural que la dirigencia rusa está librando dentro de su territorio, es vista por el poder anglo-americano como un enemigo. La cúpula occidental de este poderío mundial, en los últimos tiempos, ha convertido la aceptación de la ideología del género, en la vara que mide la democracia, la tolerancia y el pluralismo. Con la crisis en Ucrania, de plano la elevan al pedestal de un mérito que puede entrar en la balanza que define las normas de la convivencia pacífica. De otra manera no se explica el por qué la diputada Elene Mizulina se ha convertido en persona non grata para los EU y la Unión Europea.

Desde 2013, la dirigente política estaba en la lista de espera para entrar al banquillo de los acusados del gobierno de Washington, por haber propuesto impedir que ciudadanos norteamericanos adoptasen niños rusos, en retaliación a la denominada Ley Magnitsky. Tal ley, aprobada por el Congreso y por el presidente Obama, en 2012, impedía que 60 funcionarios y autoridades judiciales rusas, eventualmente entraran a los Estados Unidos, en represalia por su alegada responsabilidad en la muerte del abogado Sergei Magnitsky, muerto en una prisión rusa, en 2009.

Como legisladora propuso el proyecto de ley que prohíbe la propaganda pro aborto en Rusia, misma que fue promulgada por el presidente Putin en noviembre pasado. La diputada Mizulina, ha denunciado recientemente que “el aborto en Rusia “es algo tan fácil como comprar un botella de vodka”. También es la responsable de la iniciativa que impide el casamiento homosexual y la adopción de niños huérfanos rusos en países que han legalizado el “matrimonio” homosexual.

Además de lo anterior, entre sus actividades más conocidas internacionalmente, se destaca su participación en la elaboración de una serie de enmiendas al Código de la Familia, destinadas a: restablecer la familia tradicionalmente unida a virtudes religiosas, el estímulo a los jóvenes para contraer matrimonio en lugar de la alternativa de la cohabitación, la protección de la niñez contra los daños causados por la información divulgada por la Internet. Este último aspecto le valió una áspera disputa con los controladores de la Internet, quienes orquestaron una campaña en su contra acusándola de conspirar para coartar la libertad de expresión en Rusia.

De acuerdo a un reportaje de RT del 4 de marzo, en sus enmiendas, Mizulina ha enfatizado que el actual Código de la Familia ruso carecía de una definición de la familia tradicional. También consideró que la familia tradicional rusa posee características propias, la más significativa es, estar influenciada por las religiones enraizadas entre la población, que ven en la familia con muchos hijos, una bendición. Noción compartida por las religiones más populares en la Federación Rusa – el Cristianismo ortodoxo, el Islamismo y el Judaísmo.

“No hay que olvidar que todos descendemos de 70 años de ateísmo. Todo el mundo entiende lo que es una familia soviética. Pero una familia tradicional es un homenaje a la etapa anterior de la historia de Rusia, que tenía la cultura religiosa como base de la sociedad “, dijo Mizulina al diario Izvestia.

De manera que el trabajo de la Comisión parlamentar esta afinado con el proyecto de largo plazo del presidente Vladimir Putin y de la elite gubernamental rusa, preocupado en realzar la importancia de los preceptos cristianos para la vida cotidiana de los ciudadanos de la Federación. Por eso él apoya con ahínco las restricciones que se hacen a las modalidades de la ideología del género.

En particular, imponer obstáculos al aborto, tiene la finalidad de aumentar la natalidad en un país afectado por el alarmante envejecimiento de su población. En 1920, durante la era soviética, Rusia se convirtió en el primer país del mundo que legalizó el aborto. Esa fase es la que ahora se trata de revertir. En Europa, que también sufre la oscuridad demográfica, la respuesta es bien diferente, se continúan resaltando creencias anticristianas desfiguradoras de la familia.

Por eso, en Moscú, se han realizado varios eventos tendientes a enfatizar las bondades de la familia “normal”. Por ejemplo, en 2011 en Moscú se realizó una gran cumbre pro natal, bajo el lema “La Familia y el Futuro de la Humanidad”, realizada en la Universidad Social Estatal Rusa. El evento auspiciado por el movimiento pro vida reunió a unos mil participantes y recibió el apoyo del presidente Medvedev, del entonces primer ministro Vladimir Putin, del Patriarca de Moscú Kirill y de altos representantes de la Duma.

En un comunicado, Medvedev reconocía que “la fuerte disminución de la población, que provoca una densidad tres veces inferior al promedio mundial, produce un debilitamiento de la influencia política, económica y militar de Rusia en el mundo”.

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