Esta breve, pero hermosa y conmovedora carta dirigida a Aylan Kurdi, el pequeño niño sirio cuya foto ha dado vuelta por el planeta entero, fue escrita por la ciudada española Belen de Benito.
Que su lectura nos ayude conmovernos ante el dolor ajeno, y acortar un poco esa "distancia", esa cómoda distancia con la que solemos ver las injusticias y el dolor de los demás.
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Carta para Aylan.
Esa foto tuya. Hago la cena de forma mecánica. Pienso en todas las cosas que he hecho hoy desde que he visto esa foto tuya. Y casi ni me acuerdo. He preparado la comida, y no he comido. He mirado la tele sin verla. He estado en casa de mis padres, absorta. He abrazado a mis hijos, inquieta. Sólo quería que todo pasase rápido para ponerme ante este folio en blanco. Lo necesitaba. Lo necesito. Porque no me puedo quitar de la cabeza esa foto tuya. Tus pequeñas manos. Tu camiseta roja. Tu pantalón azul. Tu pelo tan extrañamente bien peinado. Tus pequeños pies con esos zapatitos con sus cordones perfectamente atados. Perfectamente atados. Mientras tú permaneces tumbado en la arena, inerte, esos cordones permanecen inamovibles. Puedo visualizar a tu madre mientras te los ataba. Soy capaz de imaginarme su rostro. ¿Qué pensaría ella?. Supongo que lo que piensa cualquier madre al atarle los cordones a su hijo. Hacerlo de forma tan perfecta que no se desaten. “Para que no se caiga”. Pensamientos de madre. Sin más. Pensamientos protectores. Y no, los cordones no se desataron. No. También pienso que esta angustia que hoy me congela la vida, en unos días desaparecerá. Triste, pero cierto. Y tu foto, esa foto tuya, pasará a ser una más. Una más de esas que nos hacen decir “qué horror”. Con esa distancia que tenemos en los días de tormenta, cuando la lluvia golpea con fuerza nuestros cristales, y nos acurrucamos en el sofá. Con esa distancia que marcamos sobre las desgracias ajenas, lejanas. “Qué horror, como llueve”. “Qué horror, un niño muerto en la arena”. Al día siguiente lo comentaremos. A los dos días te aparcaremos. A los tres días te olvidaremos. Esa foto tuya. Así que antes de que eso pase, te quiero pedir perdón. Te pido perdón. Personalmente. De forma intransferible. Te pido perdón. Desde mi sofá, tras mis cristales. Te pido perdón. Y asumo mi culpa. Sin importarme la de los demás. Aunque ya no sirva de nada. Yo, te pido perdón. Ahora alguien te desatará los cordones, y te quitará esos pequeños zapatos. Espero que lo haga con la delicadeza que tus pequeños pies merecían, esa que no te dimos en vida. Perdóname pequeño.
Belen de Benito
Que su lectura nos ayude conmovernos ante el dolor ajeno, y acortar un poco esa "distancia", esa cómoda distancia con la que solemos ver las injusticias y el dolor de los demás.
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Carta para Aylan.
Esa foto tuya. Hago la cena de forma mecánica. Pienso en todas las cosas que he hecho hoy desde que he visto esa foto tuya. Y casi ni me acuerdo. He preparado la comida, y no he comido. He mirado la tele sin verla. He estado en casa de mis padres, absorta. He abrazado a mis hijos, inquieta. Sólo quería que todo pasase rápido para ponerme ante este folio en blanco. Lo necesitaba. Lo necesito. Porque no me puedo quitar de la cabeza esa foto tuya. Tus pequeñas manos. Tu camiseta roja. Tu pantalón azul. Tu pelo tan extrañamente bien peinado. Tus pequeños pies con esos zapatitos con sus cordones perfectamente atados. Perfectamente atados. Mientras tú permaneces tumbado en la arena, inerte, esos cordones permanecen inamovibles. Puedo visualizar a tu madre mientras te los ataba. Soy capaz de imaginarme su rostro. ¿Qué pensaría ella?. Supongo que lo que piensa cualquier madre al atarle los cordones a su hijo. Hacerlo de forma tan perfecta que no se desaten. “Para que no se caiga”. Pensamientos de madre. Sin más. Pensamientos protectores. Y no, los cordones no se desataron. No. También pienso que esta angustia que hoy me congela la vida, en unos días desaparecerá. Triste, pero cierto. Y tu foto, esa foto tuya, pasará a ser una más. Una más de esas que nos hacen decir “qué horror”. Con esa distancia que tenemos en los días de tormenta, cuando la lluvia golpea con fuerza nuestros cristales, y nos acurrucamos en el sofá. Con esa distancia que marcamos sobre las desgracias ajenas, lejanas. “Qué horror, como llueve”. “Qué horror, un niño muerto en la arena”. Al día siguiente lo comentaremos. A los dos días te aparcaremos. A los tres días te olvidaremos. Esa foto tuya. Así que antes de que eso pase, te quiero pedir perdón. Te pido perdón. Personalmente. De forma intransferible. Te pido perdón. Desde mi sofá, tras mis cristales. Te pido perdón. Y asumo mi culpa. Sin importarme la de los demás. Aunque ya no sirva de nada. Yo, te pido perdón. Ahora alguien te desatará los cordones, y te quitará esos pequeños zapatos. Espero que lo haga con la delicadeza que tus pequeños pies merecían, esa que no te dimos en vida. Perdóname pequeño.
Belen de Benito
Foto: Nilufer Demir (Reuters). |
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