El falso debate feminista sobre “género” y “política identitaria” nos desvía de los asuntos mundiales.

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Alemania se encuentra sumida en medio de una absurda “guerra cultural” en la que la sociedad se enfrenta continuamente a los autoproclamados “guardianes” y “jueces” que levantan su voz en defensa del “leguaje de género” y de la “inclusión y la antidiscriminación políticamente correcta”. Se trata de un debate sofista y confuso sobre palabras y lenguaje promovido por los que pretenden abolir las estructuras llamadas “patriarcales” de la sociedad en nombre de la lingüística feminista, la exaltación de las virtudes del “lenguaje de género”, la descolonización y la “desconstrucción” de la filosofía y del arte.

La obsesión por el “lenguaje de género” ha conquistado diversas emisoras de TV y a la prensa en general, al igual que en el resto del mundo occidental. Las anclas principales de los noticieros de la red de televisión ZDF y de la Deutschlandfunk (Radio alemana), ya no usan el género masculino -en vez de “programadores”, usan “programad*s” (Zuhörer*innen); en vez de oyentes (Zuhörer), “oyent*s (Zuhörer*innen); en lugar de “doctores” (Ärtz), doct*s (Ärtz*innen); es decir, usan el “asterisco de género” para que la palabra se perciba como “neutra”, con la inclusión del género femenino reforzado por el término innen (dentro).

El proyecto “Gender Light” es una creación de mujeres periodistas, apoyado inclusive por el Ministerio de la Familia alemán, que ofrece ayuda a todos los que se sienten discriminados por el uso de la lengua y del habla. Por ejemplo, entre 99 médicos hombres una doctora puede sentirse reprimida y discriminada por no ser mencionada explícitamente en la expresión genérica “médicos”, de ahí la expresión Ärtz*innen. Las normas también exigen que, si se mencionan “mujeres o personas trans o intersexuales” en un texto determinado, estas deben identificarse explícitamente.

Otro ejemplo típico es el torrente de indignación desatada contra el conocido historiador de la Universidad Humboldt de Berlín Joerg Baberowski, cuyo “Centro de estudios de las dictaduras (él es especialista en Historia del Este, y autor de varios estudios sobre Stalin, entre otros personajes comunistas históricos) fue “cancelado” y sus conferencias fueron boicoteadas, acusado de ser muy “prorruso”. Como muchos otros profesores que dan clases en diferentes universidades alemanas, se volvió víctima de lo que hoy se conoce como “cultura de la cancelación”.

Su origen

Este debate de los nuevos sofistas se originó en Estados Unidos con Judith Pamela Butler, filósofa y teórica de género, cuyo trabajo ha influenciado la filosofía política, la ética y los campos del feminismo de la “tercera ola”, Tiene sus raíces en la “teoría crítica de la Escuela de Frankfurt” y se dio a conocer por su libros Problemas de género: feminismo y la subversión de la identidad (1990) y Cuerpos que importan: los límites discursivos del sexo (1993), en los que desafía las nociones convencionales de género y desarrolla su teoría de la “performatividad del género”, de gran influencia en los estudios feministas y de homosexualidad. Butler ha apoyado movimientos por los derechos homosexuales y ha influido en varias cuestiones políticas contemporáneas, entre ellas críticas al sionismo, a la política de Israel y a sus efectos en el conflicto israelí-palestino.

Según la teoría de Butler podemos ver que el debate actual en Alemania califica a los que defienden los valores fundamentales de una sociedad -como justicia, tolerancia, amor, búsqueda de la verdad, solidaridad, creencia en una religión monoteísta y en la vida familiar- de “racistas” o “extremistas de derecha”. Las personas orientadas a esos valores se consideran expresiones típicas de una “visión del mundo racista y patriarcal” o creyentes de la filosofía clásica de “filósofos blancos muertos” (por ejemplo, Platón y Aristóteles). En lugar de esto, se exige que dichas creencias se sustituyan con una filosofía de “identidad”.

Un caso típico es un artículo publicado en New York Times Magazine del 2 de febrero pasado sobre el profesor de la Universidad de Princeton Dan-el Padilla Peralta, profesor afroamericano de estudios greco-romanos. En el artículo se menciona que él sostiene que esos filósofos clásicos estarían muy vinculados a la identidad de la civilización occidental fundada en conceptos de “sabiduría y supremacía blancas”. Por ello pide expurgar de los planes de estudios universitarios de filosofía a los “filósofos blancos muertos”, pues representan una filosofía racista.

El ejemplo de los programas de estudio de matemáticas de la Universidad de Oregon es más que ilustrador, ya que, según el Departamento Cultural de la universidad observa que la fórmula matemática de 2+2≠4 sería originada por la “supremacía blanca”, por lo que habría que investigar (sic) otras formas (Frankfurter Allgemeine Zeitung, 02/03/2021).

…y la injusticia social y política…

El pasado 22 de febrero, el profesor Wolfgang Thierse, ex presidente del Parlamento Federal alemán publicó un ensayo en el Frankfurter Allgemeine Zeitung titulado “¿Cuánta ‘identidad’ puede tolerar la sociedad? Dice que “la política identitaria no se debe convertir en una guerra de trincheras que destruya el sentido del espíritu público: lo que necesitamos es una nueva Solidaridad”. Thierse identifica correctamente tales formas modernas de guerra ideológica y afirma que, hoy, las cuestiones sobre la pertenencia cultural de las personas están provocando más debates acalorados y divisiones que las que se refieren a la “justicia política y social”. El debate ideológico se centra en la “identidad étnica y sexual”, en el debate sobre “racismo”, “post colonialismo” y “género”. Según él, la “política de identidad de derecha” se concentra tan sólo en la “homogeneidad cultural y nacional” bajo un disfraz de patriotismo que expresa odio e intolerancia contra forasteros que piensan de forma diferente y clama por su exclusión.

Por otro lado, observa, la “política de identidad de izquierda” se funda en la reivindicación de “igualdad” que pretende luchar por los derechos de igualdad (política, económica y social) de las minorías y es una respuesta a lo que se denomina “experiencia de discriminación”. Thiers se refiere al fenómeno de la “cultura de la cancelación” de la sociedad alemana, que se está extendiendo por el medio académico, lo que conduce muchas veces a la exclusión de las universidades de personas que tienen opiniones divergentes y que no usan un lenguaje “políticamente correcto”, o “reglamentado”. En realidad, esto es contrario a cualquier cultura democrática.

El absurdo es que no son los “argumentos racionales” los que dominan el debate, sino que a partir del “origen y la condición social” se decide lo que es “correcto”. Comenta la diseminación de una ideología que se opone a la “supremacía blanca” y usa el mito de algún tipo de “culpa hereditaria”. Así que quien es “blanco” es culpado. Cuando los profesores universitarios tienen que usar de toda su cautela para dirigirse a sus alumnos -por ejemplo, con el uso de una fórmula como “Buenos días, Señora, Señor, Humano, Diversos, etc.” -esto deja de ser inofensivo, afirma Thierse.

Para Thierse, lo que vemos ahora es “una nueva forma de iconoclastia”: la erradicación de nombres, el derribo de estatuas y monumentos (como la estatua de Cristóbal Colón de San Francisco en 2020), las denuncias sobre gigantes intelectuales, etc. Lo que vemos son “actos simbólicos de liberación” de una historia “maléfica”, perturbadora, donde la “preocupación subjetiva” cuenta más que el nombre de una estatua o de un filósofo. Dado que vivimos en una sociedad de pluralidad étnica, cultural y religiosas, Thierse pide un “debate profundo” en la sociedad, que se concentre en aquello que la “base común de valores” que mantienen unida una sociedad. La sociedad no puede funcionar “si grupos aislados insisten en sus diferencias, en sus “identidades” específicas, sino que debemos esforzarnos en ver lo que es común respecto a las ideas de libertad, justicia, normas culturales, tradición y memorias históricas”.

En una entrevista concedida a la radio DLF el 26 de febrero, Thierse dijo que su artículo había producido una “tempestad de mierda” y de “hashtags” de homosexuales y lesbianas. Entre otras cosas fue llamado “viejo blanco con orientación heterosexual”. Contra él se levantó la teórica de género de la Universidad de Trier Andrea Geier, también jefa del Centro de Estudios de Género y Post Coloniales, quien defendió un debate más “orientado al género” y “sensible al género” en Alemania.

Lenguaje estéril

En marzo de 2019, la Asociación de la Lengua Alemana (VDS, por sus siglas en alemán), con 36 mil miembros, publicó un manifiesto firmado por 73 mil personas, entre ellos prominentes investigadores de idioma, escritores, poetas, políticos, diplomáticos y periodistas. El documento, en esencia, afirma que lo que se ha dado en llamar “lenguaje correcto de género” parte de un “error general”, el de que habría una conexión entre el sexo biológico y el género gramatical (en alemán, león, der Löwe, es masculino, jirafa, die Giraffe, es femenino y caballo, das Pferd, es neutro). Los signatarios afirman también que el lenguaje “de género” genera una variedad de “construcciones lingüísticas ridículas”, por ejemplo, el uso de dos participios verbales para evitar cualquier género explícito. Para empeorar las cosas, afirman, “tales distorsiones del lenguaje ni siquiera ayudan a las mujeres a conquistar más derechos”. En la Constitución Federal alemana, observan, hay 20 referencias al puesto de “canciller federal” en masculino (Bundeskanzler), lo que “no impidió las múltiples elecciones de Angela Merkel al puesto”, que fue tratada en femenino (Kanzlerin, es en alemán el femenino de canciller, pero en español cancillera es un canal de desagüe), lo que tampoco “creará problemas para una posible nueva canciller”.

El manifiesto concluye con el pedido de una resistencia masiva contra tales “absurdos de género”, los que, sin embargo, han conquistado posiciones en la prensa alemana.

Traición de la herencia filosófica de la Civilización Occidental

En Alemania y en Estados Unidos quien domina en la actualidad el uso del lenguaje humanista clásico y cree en los principios clásicos del arte y de la búsqueda de la verdad con el método de Platón se le califica de “racista”, alguien que se identifica con la filosofía de los “hombre blanco muertos”. Uno de estos, por ejemplo, es el filósofo griego Platón, quien en su conocida obra La República hace una crítica magistral de aquello que es la base de la iconoclastia de hoy: el arte de los sofistas, en realidad, una secta que, en los tiempos de Platón, reunía a los más fervorosos enemigos del método dialéctico de Sócrates. Entre ellos destacaba Trasímaco, un férreo enemigo personal de Platón y de su método dialéctico.

En La República (Libro I), Trasímaco proclama que “la justicia es el interés del más fuerte”, lema practicado, siglos después, por el jurista nazi Carl Schmidt y por toda suerte de autócratas. Platón demuestra en su obra que los sofistas era los verdaderos enemigos de su amado maestro Sócrates. Fueron ellos los que organizaron el juicio que concluyó con la sentencia de muerte contra él, acusado de corromper a los jóvenes con la rigurosa aplicación de su método dialéctico de pensamiento. Los sofistas preferían emitir meras “opiniones”, y esa era su característica, antes que empeñarse en buscar la verdad. En su diálogo, Platón mostro que, en una sociedad regida por los sofistas, todo es arbitrario, en nombre de la “democracias” y cada uno hace lo que le place.

En la Alemania de hoy, algunos de los más fervorosos defensores de la sociedad de “género” se pueden encontrar entre los partidarios del Partido Democrático Liberal (FDP) y del Partido Verde. Una de las hazañas es un proyecto de ley por el cual cada individuo puede escoger, a partir de los 14 años, el “género” que desea tener, sin el consentimiento de sus padres, es decir, si quiere ser hombre, mujer, gay, lesbiana, transexual, bisexual o diverso, para mencionar unas pocas de las categorías usadas para definir su “orientación sexual” o la “verdadera identidad”.

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