El día que María Félix pidió de regalo un hombre

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"Quiero que me regale un hombre".

Cuentan que María Félix llegó a La Habana y se hospedó en el Hotel Nacional. En la suite de lujo, entre las numerosas misivas de sus admiradores en la Isla, tomó una carta al azar. Cuando la abrió cayó al suelo una medalla de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. La carta no era de un admirador sino de un condenado a muerte, que se encontraba en la isla de Pinos esperando la sentencia por haber matado al violador de su hermana. El preso le decía: "Espero que la Caridad obre el milagro de que usted interceda con el presidente para salvar mi vida".

A la noche siguiente la estrella acudió al Palacio Presidencial para una recepción que le ofrecía el entonces presidente Carlos Prío Socarras. En un aparte, y quién sabe con cuáles intenciones, el presidente le dijo:


-María, le hemos ofrecido todos los honores, ahora yo quiero ofrecerle un regalo personal: una joya, una casa, un auto. Pida por esa boca.
-Nada de eso, señor Presidente, lo que quiero que me regale es un hombre.


Ante el estupor de Prío, sacó la carta del condenado a muerte. Al otro día lo tenía aferrado a sus pies, en el vestíbulo del Hotel Nacional. Lo envió para México, y según sigue contando en sus memorias, nunca tuvo un servidor más fiel que aquel cubano.


(Lo contó María Félix en su libro de memorias TODAS MIS GUERRAS, y lo recreó el periodista cubano Orlando Quiroga en NADA ES IMPOSIBLE (La Habana, Letras Cubanas, 1996).


Rosa María Fernández.

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