No creo equivocarme si afirmo que la gran mayoría de los cristianos alguna vez nos hemos preguntado por qué pareciera que Jesús está haciendo una dura recriminación al Padre cuando estaba sobre la cruz en aquellos versículos de Mateo 27, 46 y Marcos 15, 34, en los que, aparentemente preso de la desesperanza, clama al cielo diciendo «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?».
Este mismo Jesús que una y otra vez le decía a sus discípulos y a las multitudes que le escuchaban que él había venido a cumplir la voluntad del Padre, aquel mismo Jesús que instruía a Felipe explicándole que todo quien lo hubiese visto a él, había visto al Padre, porque el Padre y él uno eran, mostrando la profunda comunión que existía entre ellos, ¿ahora venía a sentirse abandonado? ¿Realmente Jesús perdió en aquel momento agonizante, lleno de dolor, la fe en su Padre?
Sabemos que Jesús, la Palabra Divina que tomó carne para irrumpir en la historia humana y reconciliarnos con el Padre, siendo verdadero hombre, pero también verdadero Dios, no podía haber sido presa del error, no podía haber estado sintiendo que algo estaba saliendo mal y que su Padre lo había abandonado, pues él mismo, desde antes de venir al mundo, sabía que el Plan Salvífico era perfecto. Así que la expresión «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» debe de tener una muy buena explicación bíblica.
¿Y existe esa buena explicación bíblica? ¡Claro que existe, vayamos a ella!
La razón de la expresión «Elí, Elí ¿lemá sabactaní?» o «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» es el cumplimiento de una profecía. Jesús estaba citando la Escritura y quería llamar la atención sobre esto, es como si estuviera diciendo en clave a quienes presenciaban su crucifixión "hey, escuchen, esto es lo que está ocurriendo, todo se está cumpliendo ahora mismo". ¿Pero qué Escritura estaba citando Jesús? Estaba citando el Salmo 22, que justamente comienza así «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». ¿Ahora parece más claro, no? Aquella expresión no surgió espontáneamente de Jesús preso de la desesperanza, este hecho estaba perfectamente calculado por él, era una frase que él había escogido a toda conciencia, emitida con toda intención y con un fuerte significado; hacerle entender a todos quienes le veían que era él de quien hablaban las Escrituras.
¿Y qué es aquello del Salmo 22 que se cumple en el Calvario?
Como veremos, al final este Salmo, lejos de ser desesperanzador, está lleno de fe y confianza en Dios, algo de lo que no podemos dudar que estaba lleno Jesús. Pero ahora nos ocuparemos de aquellos detalles que encajan tan fina y perfectamente con lo acontecido en la cruz y que nos explican por qué Jesús citó aquella frase justo en aquel momento.
Dice el Salmo 22, 8-9 «todos cuantos me ven de mi se mofan, tuercen los labios y menean la cabeza: "Se confió a Yahvé, ¡pues que lo libre, que lo salve si tanto lo quiere!"»
Ahora veamos la sorprendente semejanza de los versículos anteriores con lo que nos relata el Evangelio de San Mateo en el capítulo 27 de los versículos 39 al 43:
«Los que pasaban por allí le insultaban, moviendo la cabeza y diciendo: "Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres hijo de Dios, y baja de la cruz". Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: "A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo 'Soy hijo de Dios'"»
Hemos citado Mateo 27, 39-43 y justo tres versículos después en Mateo 27, 46 es donde está la expresión «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?»
Ahora volvamos al Salmo 22 y veamos el versículo 19:
«reparten entre sí mi ropa, y se echan a suertes mi túnica»
No hace mucha falta explicar que esto es exactamente lo que sucedió en la cruz, como nos lo relata el siguiente versículos:
«Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes» Mt. 27, 35
Incluso San Juan cita el propio Salmo 22:
«Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso dijeron "No la rompamos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca". Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica»
Luego encontraremos en el Salmo 22 signos inequívocos del paralelismo con el sufrimiento de la cruz, por ejemplo:
«Mi paladar está seco como teja y mi lengua pegada a la garganta, tú me sumes en el polvo de la muerte»
Mientras Juan nos cuenta que Jesús dijo, para que se cumpliera la Escritura: «Tengo sed», y que luego de beber vinagre de la esponja que le acercaron a su boca, dijo «Todo está cumplido"» y entregó el espíritu.
En el Salmo 22 también nos encontraremos con una referencia tan clara a la cruz que es imposible pasarla por alto, pues habla de lo que literalmente pasa allí, pues es por medio de las manos y los pies que el cuerpo es prendido a la cruz:
«Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala para prender mis manos y mis pies» Salmo 22, 17.
Podríamos seguir escudriñando el Salmo, y nos encontraríamos con más referencias al momento del sacrificio de Jesús, como aquella parte donde se hace referencia al cuerpo que se derrama como agua y el corazón que se funde en las entrañas, justo como el agua y la sangre que derramó Jesús por su costado, pero con esto es más que suficiente para demostrar que Jesús nunca perdió la fe, nunca se desvaneció su esperanza en el Padre, nunca se sintió realmente abandonado por Él; si Jesús clamó esa mencionada expresión fue porque quería comunicar, a través de esa señal, que aquella Escritura estaba siendo cumplida en aquel momento.
Autor: Alfredo Rodríguez.
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