Por Sergio Barbosa*
El conflicto en Ucrania, es a la fecha el paso más peligroso y directo en la larga cadena de provocaciones que tanto Barack Obama como sus aliados británicos y la OTAN han llevado de manera sistemática en contra de Rusia, particularmente desde que el presidente Vladimir Putin llegó al poder en su primer mandato.
La raíz aparente del conflicto, fue la decisión del depuesto presidente ucraniano, Viktor Yanukóvich de renunciar a su “solicitud de membresía” con una decadente Unión Europea, en un esfuerzo por abrazar la orientación pro-rusa y volverle el carácter de alianza a la relación entre ambas naciones.
La respuesta a esta decisión no se hizo esperar. Fueron los diplomáticos y políticos americanos quienes de manera más abierta abogaron por una confrontación entre la oposición al presidente Yanukóvich (conformada en un 30% por elementos pro-nazis y pro-fascistas) y las fuerzas que lo sostenían del bando pro-ruso, principalmente. Recordemos la intervención de la funcionaria del departamento de Estado, Victoria Nuland, quien en los días previos a la intensificación del conflicto hizo su aparición apoyando a los opositores al régimen de Yanukóvich, en una señal abiertamente injerencista que contrastó mucho con el trato que autoridades estadounidenses dieron a la oposición dentro de su propio país con las manifestaciones del movimiento #OccupyWallStreet, por mencionar un ejemplo notable.
Pero ahora todo es mucho peor. La situación se ha agravado a tal grado que existe una amenaza significativa de que las partes involucradas, particularmente Rusia, la OTAN y los EU, se vean arrastradas a un conflicto de mayor escala, en donde se podría utilizar armamento letal e, incluso más grave, el empleo de armas nucleares, tal como advirtió el ex presidente Medvedev el año pasado en el “Foro Internacional sobre Seguridad” que se llevó a cabo en la ciudad rusa de San Petersburgo, con la presencia de delegados de muchos países, incluyendo al procurador de los Estados Unidos, Erick Holder. Ver https://www.youtube.com/watch?v=akEobyCsktY
Históricamente, no es la primera vez que los Estados Unidos y Rusia (antes URSS) se ven involucrados en una serie de confrontaciones y amenazas de conflictos fuera de sus fronteras; en donde miden su influencia política y su poderío militar, pero como nunca antes, el peligro de una confrontación directa, dentro de las propias líneas de defensa rusas es mayor, debido principalmente, a la ubicación geográfica de Ucrania, que tiene frontera con Rusia, y la cual alberga la base de la flota rusa del mar negro en la península de Crimea. Por otra parte, los intentos de EU y la OTAN de establecer el “Escudo antimisiles” para según hacer frente a un ataque proveniente de Irán o Siria, apuntan más bien directamente hacia Rusia, tal como lo ha advertido el Estado Mayor ruso de defensa. Dicho “escudo antimisiles” se encuentra ya en fase de operación. Estados Unidos, en días pasados, embarcó a Rumania el equipo y las estructuras del primer emplazamiento de los sistemas Aegis de defensas de misiles antibalísticos.
Dentro de los factores que determinaron y aceleraron el conflicto que amenaza con extenderse, el principal de ellos se explica a partir del colapso del modelo (neoliberal) librecambista de la globalización, o lo que puede llamarse “colapso del sistema del dólar”, el cual tiene su origen en las decisiones de política monetaria del gobierno de Nixon en los años 70.
Rusia, entre un conjunto de naciones como China, la India o Argentina, ha decidido no pertenecer ni adoptar las reglas de dicho modelo, y optó más bien por una orientación contraria que le permita establecer un conjunto de políticas distintas que le ayuden a mitigar y contrarrestar los efectos de la crisis (impulso al intervencionismo y la regulación estatal, economía planificada, riguroso control sobre la banca, generación de tecnología, etc.) y para ello, renunció al tutelaje económico de instituciones insignes de la globalización, tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como también dentro de su territorio puso bajo control a la banca preponderantemente anglosajona (bancos de Londres y Wall Street), provocando la ira de los especuladores y financieros de “occidente”, quienes sí ejercen un control directo sobre gobiernos títeres, como el de Barack Obama, o como el de Peña Nieto aquí en México.
Dicha “rebelión rusa” coincidió con el ascenso de Putin al poder, quien en cuanto llegó tomó medidas inmediatas para reconstruir su país después de la “larga noche de saqueo neoliberal” de los gobiernos de Gorbachov y particularmente de Boris Yeltsin. A partir de ello Rusia se convirtió en el blanco principal de los especuladores y banqueros occidentales, quienes ejercieron todo su poder e influencia para someterla a través de las provocaciones militares de la OTAN y los EU. Si bien hasta hace poco el resultado de dichas provocaciones no llevaba a conflictos más allá de la periferia del área de influencia rusa, el caso ucraniano toca sus puertas de manera directa y amenazante. Aunado a ello, la arrogante y demencial conducta de Barack Obama están llevando deliberada y peligrosamente las cosas al límite.
México no está al margen de dicho conflicto. Sería un error pensar que así lo es. Nuestra posición geográfica y nuestros vínculos comerciales y políticos con los Estados Unidos nos han convertido (involuntariamente) en partícipes dentro del mismo. Con la incorporación de nuestro país al TPP (Alianza Transpacífico), Obama nos está arrastrando al bando estadounidense, tal como lo manifestó recientemente en la reunión conmemorativa de la firma del TLCAN, en Toluca, Estado de México.
Por ello, y por las implicaciones mundiales, como el peligro de una confrontación a mayor escala y el impacto que pudiera generar, la situación en Ucrania debe estudiarse y analizarse con la mayor atención en México, es nuestra responsabilidad estar informados y actuar.
* Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM.
Twitter: @morpheomty
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