Autor: Santiago Fourcade.
Muchos podrán decirme que exagero, que no puedo comparar un país en guerra con nuestra querida tierra. ¿Neta, somos tan optimistas? La primera vez que saqué esa conclusión fue hace dos semanas. Estaba caminando en Damasco en plena madrugada y un colega me insistió sobre el miedo que sentía por recorrer tan de noche la ciudad. Sonreí y rato después le conté de aquellas autopistas desiertas de Monterrey; el fantasmal panorama en los pueblos michoacanos y la piel erizada de quienes recorríamos Nuevo Laredo pasando la una de la mañana.
Aproveché que otros dos corresponsales se unieron a la charla y les pregunté sobre México: ¿Quién de ustedes puede contarme lo que pasa allí? Ninguno supo responderme. Les hablé de más de 140 mil muertos en un puñado de años. Veinticinco mil desaparecidos. Miles de migrantes perdidos en algún agujero negro y una decena de cárteles de la droga abroquelados en alianzas difusas.
En Siria va un aproximado de 100 mil muertos. La guerra enfrenta al gobierno contra rebeldes, y además, una fuerza de mercenarios internacionales que superan la veintena de naciones dibuja un mapa tan enmarañado como interesado. Israel quiere que Siria caiga. Qatar y Arabia Saudita financian las guerrillas y los gringos aprueban todo desde lejitos.
Pero la guerra en México no vende. Creo que nos falta marketing multinacional. Estamos a la sombra de los medios de comunicación. ¿Por qué no se le da la importancia que merece? ¿Quién habla de desgobierno o de ayuda internacional? Tal vez el problema sea que muchos aprendimos a convivir con una normalidad que es terrible. ¿Por qué me voy a asustar en Damasco? De mi ventana en Monterrey escucho ráfagas de AK-47 muy seguido, y mis amigos saben distinguir calibres y hasta granadas. México está más empinado que Siria. Olvídense de subjetivismos partidistas y piensen en nuestro país como un supuesto ejemplo de democracia y de nación consolidada. Luego tomen cada estado y analicen la locura de inseguridad que estamos viviendo y entenderán que no exagero.
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