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Alfredo Jalife: The Economist arremete contra Pemex para deglutirla mejor

Las opiniones que vierte tóxicamente la revista británica The Economist –miembro del Grupo Pearson, al unísono del rotativo The Financial Times, portavoz del decadente neoliberalismo global– suelen causar excesiva polémica debido a su control fiduciario por los banqueros Rothschild: accionistas mayoritarios de la depredadora petrolera BP y que la literatura china (La guerra de las divisas, ver Bajo la Lupa, 13/9/10) considera que poseen la mayor fortuna del mundo occidental por más de 3 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares.

Cabe recordar que The Economist fue fundada con dinero mexicano procedente del saqueo pirata anglosajón antes de su nacionalización por el general Lázaro Cárdenas del Río, según reseñó el escritor británico Anthony Sampson en su clásico libro Las siete hermanas.

El libelo de la revista británica (1/11/13), que ha de estar muy nerviosa por el profundo repudio de 70 por ciento de la ciudadanía mexicana a la privatización, espeta que Pemex no tiene remedio (¡supersic!), aunque el gobierno tenga la valentía (sic) de arreglarla (sic).

Con escarnio procaz The Economist se burla tanto de los magros hallazgos en aguas profundas de Pemex como de su funcionario Carlos Morales –quien goza de enorme influencia tras bambalinas– para exagerar el desplome de Cantarell (el otrora quinto yacimiento planetario) de 3.2 millones de barriles al día a unos raquíticos 400 mil.

The Economist oculta que la demencial inyección de nitrógeno por un ex director de Pemex, hoy directivo de la depredadora Schlumberger, para beneficiar a EU, es la causa criminal de haber dañado entonces las finanzas de Pemex en 20 mil millones de dólares (a valor presente).

En forma hilarante, The Economist todavía se da el lujo de solicitar al aniquilador de Cantarell su interesada y sesgada opinión sobre la grave crisis del gas que le estalló al gobierno de Peña/Videgaray/Aspe en pleno rostro al heredar las cataclísmicas decisiones de los panistas Fox y Calderón influenciados por sus intereses particulares en la mediocre petrolera española Repsol.

Lo peor: todos los fracasados (literal y demostrable) ex directores de Pemex y ex secretarios de Energía se pronuncian hoy sin rubicundez a favor de la privatización de los hidrocarburos cuando han establecido alianzas estratégicas para sus finanzas personales con los accionistas anglosajones de los megabancos que controlan a las depredadoras trasnacionales petroleras anglosajonas ( v.gr. Jesús Reyes Heroles González Garza, con el banco Morgan Stanley; Luis Téllez Kuenzler, con Grupo Carlyle del nepotismo bushiano, etcétera).

The Economist manosea alegremente la desinformación sobre el tóxico “ shale gas” (gas esquisto/lutitas) y exhibe su furia de que la contrarreforma Peña/Videgaray/Aspe debió haber pasado el 7 de agosto pasado. ¡Ah caray: no lo sabíamos!

La revista neoliberal pirata The Economist no entiende cómo Pemex está contablemente quebrado cuando gana 100 dólares el barril con un costo de 7 dólares el barril (nota: costo abultado por los inolvidables e indelebles Pidiregas del cordobismo-zedillismo de irresponsabilidad ilimitada).

Resulta en sus bucaneras cuentas alegres que Pemex ha perdido (¡supersic!) 29 mil millones de dólares en cinco años, cuando en realidad ha tenido ingresos en ese lapso por más de 550 mil millones de dólares.

La revista –de los banqueros esclavistas Rothschild y su presunto prestanombres el megaespeculador George Soros– despotrica que Pemex pierde dinero en refinación y petroquímica, y vuelve a ocultar que estos dos rubros han sido deliberadamente aniquilados por los letales ex directores de la paraestatal.

La revista de los banqueros Rothschild/Soros distorsiona burdamente la ficticia correlación de producción de barril de petróleo producida por empleado al día: mendacidad que propala la entelequia CIDAC que firma lo que sea desde 2001 (documento infame Nuevos horizontes con el CSIS, Universidad de Austin y el ITAM) con tal de privatizar Pemex.

Se les escurre que la mano de obra mexicana es más barata que sus comparados –de Noruega, EU y Gran Bretaña–, lo cual compensa tal disparidad abultada unilateralmente.

Lo relevante es el instrumento de medición financiera EBITDA (Ver Bajo la Lupa, 14/7/13) de Pemex que supera a todos los citados y ridiculiza los malabarismos interesados de CIDAC-Comexi-IMCO-ITAM-Wilson Center.

No hay que exigirle peras a los olmos de The Economist, menos a los trabajos de maquila y/o de firma notarial neoliberal del CIDAC con estrechos vínculos teológicos con Comexi-IMCO-ITAM.

Todo es negativo en Pemex, a juicio de The Economist: desde la legendaria corrupción de su sindicato (por cierto, bastión electorero del PRI) pasando por el dispendio de 70 mil millones de dólares entre 2008 y 2012 en exploración en aguas profundas y shale gas con magros resultados hasta la imposibilidad de encontrar 30 mil millones de dólares para la apremiante reconfiguración de sus refinerías. ¡Pamplinas bucaneras!

¿Y las reservas del Banco de México en más de 170 mil millones de dólares? ¿Y los fondos mexicanos de pensiones en más de 125 millones de pesos cuyo 20 por ciento invierten en EU y Europa? ¿Y la creatividad de la ingeniería financiera?

Sobre los magros resultados, según el desinformador The Economist, se me reporta confidencialmente que existe ocultamiento de datos muy positivos en Chicontepec y en la franja litoral de Tabasco con el fin de regalarlos posteriormente a los 10 magníficos locales. ¿Será?

Lo único veraz que perora The Economist es que México no tiene un significativo sector privado (¡supersic!) en la industria petrolera (nota: ni gasera tampoco: privatizada subrepticiamente por los españoles aliados al PAN) por lo que la mayor parte de las inversiones tendrán que venir de firmas foráneas, lo que para los nacionalistas (¡supersic!) sería difícil digerir.

¿Cómo, entonces, se le puede entregar a un insignificante sector privado local el petróleo convencional, más aún después de la tragedia de la privada petrolera brasileña OGX (ver Bajo la Lupa, 3/11/13)?

Urge quebrar a Pemex cuanto antes y como sea con trucos contables neoliberales para que así pueda ser mejor deglutida por las 10 empresas privadas mexicanas (ver Bajo la Lupa, 3/11/13) y las cuatro grandes petroleras anglosajonas seleccionadas de antemano en la postración entreguista de Peña y Videgaray en las oficinas de The Financial Times: “su deuda se disparó a 60 mil millones de dólares (nota: una bicoca para una empresa que el año pasado aportó 125 mil millones de dólares de ingresos) y su hueco en su reserva de pensiones asciende a enormes 100 mil millones de dólares. ¡Bájenle!

Tampoco todos los jubilados se retiran y/o son despedidos simultáneamente (nota: a propósito, ya se inició una campaña negra contra la planta de empleados ancianos de Pemex), además que existe la ingeniería financiera para paliar un pasivo total de 160 millones de dólares cuando se goza con descomunales ingresos anuales.

El verdadero problema es la succión vampiresca de 70 por ciento de los ingresos de Pemex por la neoliberal cuan disfuncional Secretaría de Hacienda itamita que no recauda impuestos: ranking mundial 144 (¡así con tres dígitos!) en proporción al PIB, según la CIA.

¡La quebrada es la neoliberal Secretaría de Hacienda itamita que no tiene remedio, no Pemex!

Alfredo Jalife-Rahme
alfredojalife.com

Twitter: @AlfredoJalife

Facebook: AlfredoJalife


Alfredo Jalife: Los siete pecados capitales de la reforma energética Peña/Videgaray/Aspe.

Luis Videgaray y Enrique Peña Nieto.

La neoliberal reforma energética de la triada Peña/Videgaray/Aspe comporta graves defectos estructurales que atentan contra la seguridad nacional y socavan la independencia de México, al que pretenden transformar, pero en el peor sentido, al punto de convertirlo en un país irrelevante como vulgar franquicia del irreductible binomio de la controvertida banca anglosajona y sus petroleras depredadoras.

La reforma de marras y amarres financieristas neoliberales es doblemente entreguista y masoquista cuando los mismos Peña y Videgaray fueron a claudicar a las oficinas del rotativo británico The Financial Times: socio del Grupo Pearson que administra conjuntamente a la polémica revista inglesa The Economist, propiedad de los banqueros Rothschild, controladores de la devastadora trasnacional petrolera BP.

El entreguismo neoliberal alcanzó niveles sicalípticos que rebasan lo grotesco cuando dos de los consejeros profesionales (sic) de Pemex –Fluvio Ruiz, impulsado por el sector antinacional del PRD, y Héctor Moreira Rodríguez, del PAN– regalan lo que no les pertenece e intrigan (literal) para dañar los intereses del México eterno: el primero, en flagrante colusión con el neocolonial Wilson Center, y el segundo fue a humillarse a las oficinas de Bloomberg, una vulgar agencia de noticias financieras de Nueva York.

La reforma, que no tiene nada de modernizadora porque regresa a México a la fase porfirista de finales del siglo 19, constituye más bien una contrarreforma: rema a contracorriente histórica cuando los soberanos países productores de hidrocarburos recuperan sus activos nacionales mediante la restatización y/o la renacionalización.

La contrarreforma de la triada neoliberal Peña/Videgaray/Aspe pretende resolver la gravísima crisis del gas (ver Bajo la Lupa, 6/10/13) que aqueja a México mediante su incrustación a la financierista burbuja estadunidense del shale gas (gas esquisto/lutitas).

Dejo para otra ocasión el análisis de la grave crisis del gas, que se cuece sola y que fue acentuada por la neoliberal kakistocracia (el gobierno de los peores) del PRI y el PAN, en colusión con el sector antinacional del PRD.

Hoy los principales turiferarios de la neoliberal contrarreforma energética son los ex directores de Pemex y los ex secretarios de Energía, quienes abogan sin rubor su obscena desmexicanización y propician los siete pecados capitales que padece la entreguista/masoquista contrarreforma:

1. Ausencia de transferencia de tecnología: en ninguna parte aparece el aprendizaje tecnológico del que México se da deliberadamente de baja, a diferencia de China, allá la tecnología se comparte y han creado la Universidad del Petróleo, de donde provienen los principales recursos humanos del Partido Comunista y su gobierno. La claudicante contrarreforma no construye, sino que aniquila los pocos cuadros que quedan.

2. Desprecio al medio ambiente: se gratifica, en particular, a las depredadoras del Golfo de México: BP, Halliburton y Schlumberger, ya no se diga del mundo (v. gr. Chevron y ExxonMobil). No existen resguardos de seguridad contra su consabida devastación ambiental.

3.- Atentado a la seguridad nacional de México: para Estados Unidos los energéticos son la quintaesencia de su seguridad nacional, según su centro estratégico CSIS, mientras el México neoliberal itamita se hace riesgosamente dependiente de EU.

El neoliberalismo financierista local adopta a cambio de nada –en especial, en materia migratoria– la seguridad energética de Norteamérica (¡supersic!) mediante la cual EU controla(ría) los yacimientos y la producción de hidrocarburos de Canadá y México (pero sin mexicanos) para enfrentar su cruda energética.

4. Nulidad geopolítica desde los energéticos del Golfo de México (que desean rebautizar como Golfo de EU) hasta el mar Mediterráneo (sic) de EU (sic): no toma en cuenta el incipiente nuevo orden multipolar y se aferra al caduco orden unipolar financierista. Las relaciones con EU deben ser óptimas e integrales (no parcelares a la conveniencia trituradora de Washington), pero no al grado de desaparecer a la nación mexicana.

5. Deserción de una banca nacional ex profeso que tome en consideración el inextricable binomio finanzas/hidrocarburos. Dada la coyuntura global y las condiciones regionales/locales, no me disgusta el modelo Petrochina que conjuga a su poderosa banca estatal –inexistente en México, al que urge crear su propia banca desmantelada y donde muy bien pudieran participar las empresas privadas mexicanas en colaboración mixta con lo que queda del Estado nacional.

6. Castración financiera neoliberal: la contrarreforma se rinde y se obnubila con las migajas de 10 mil millones de dólares al año de inversión por las trasnacionales anglosajonas y no explora siquiera la capacidad de financiamiento doméstico (reservas del Banco de México por más de 170 mil millones de dólares y potencial de inversión de nuestros fondos de pensiones –ahorros cautivos de los trabajadores mexicanos– que cuentan con más de 125 mil millones de dólares) y/o lanzamiento de ofertas iniciales públicas al estilo Petrobras y hasta la creación de joint ventures con los megabancos (no sólo con los insolventes 13 bancos de Wall Street, sino también con la banca china y/o los globales fondos soberanos de riqueza) para abrir un abanico de opciones favorables de inversión.

7. Carencia de refinerías: México importa insólitamente gasolina de EU por 50 mil millones de dólares al año, lo cual, por pereza mental, o por otro tipo de tratativas bajo la mesa, daña las finanzas de Pemex en forma anómala.

Cito textualmente un artículo de Sylvia Pfeifer de The Financial Times (14/10/13), el rotativo de cabecera de Peña y Videgaray, sobre la relevancia estratégica –término abolido de la financierista teología entreguista-masoquista local– de la refinación: las refinerías son extensamente invisibles para el público en general, pero son activos estratégicos (¡supersic!) nacionales. Toman el petróleo crudo y lo convierten en gasolina, diésel y combustible de aviación que empodera (sic) el sistema mundial de transporte. Constituyen la materia prima del plástico mundial. ¡Nada más! Por lo visto, esto lo ignora la triada Peña/Videgaray/Aspe secuestrada teológicamente en su financierista Lecho de Procusto.

Cabe recordar el desolador aldeanismo con ínfulas globalizantes del fallido Plan Puebla-Panamá de la dupla Fox-Castañeda Gutman que planteaba construir cinco refinerías en Centroamérica y ninguna en México.

Conclusión: en toda estrategia existe la defensa y el ataque y la contrarreforma Peña/Videgaray/Aspe coloca innecesariamente a México a la defensiva.

Peor que sus obscenos siete pecados capitales, la contrarreforma, debido a su deformación teológica financierista carente de visión holística –un genuino síndrome Estocolmo–, es que no colige los alcances estratégicos de los hidrocarburos y claudica absurdamente antes de empezar a jugar –la humillación al Financial Times al estilo Canossa de Enrique (sic) IV– frente al binomio trasnacional de la banca anglosajona y sus petroleras cuando la verdadera carta triunfal está en manos de México. ¡Increíble!

Alfredo Jalife-Rahme

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