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Alfredo Jalife-Rahme: Fracasos del México neoliberal itamita: TLCAN, ALCA, PPP

Robert Pastor (yerno del poderoso ex secretario del Pentágono y ex presidente del Banco Mundial Robert McNamara), fallecido recientemente a los casi 67 años, no pudo ver concretada la Comunidad de Norteamérica –en colaboración con Pedro Aspe y el venezolano-israelí Andrés Rozental Gutman (ver Bajo la Lupa, 8/1/14)–, de la que fue uno de los teóricos junto a Bob Zoellick (a quien le correspondió la formulación del TLCAN, ver Bajo la Lupa, 15/12/13).

No haremos leña de los árboles caídos del ALCA –fallido proyecto bushiano impulsado por el ayer panista y hoy neopriísta Fox y que fue enterrado humillantemente en Mar del Plata por los mandatarios latinoamericanos durante la Cumbre de las Américas de la OEA (http://www.voltairenet.org/article130689.html)– ni del ridículo Plan Puebla Panamá (PPP): otro fracaso sonoro de la dupla panista Fox/Calderón y excrecencia mesoamericana del fallido ALCA mediante la grotesca doctrina (¡supersic!) Castañeda, instrumento regional de Estados Unidos.

Fracasos neoliberales van y vienen en una generación con otros dos alucinantes proyectos fallidos: ASPAN –Alianza Para la Seguridad (sic) y la Prosperidad (sic)de América del Norte– bautizada por el locuaz Fox como el TLCAN-plus (como si fuera marca de refresco), que no le aportó seguridad ni prosperidad al “México neoliberal itamita”, fábrica masiva de miserables, ya no se diga el calderonista Plan Mérida, sosia del Plan Colombia, cuya eficiencia es desmentida por la inseguridad generalizada.

Le queda al “México neoliberal itamita” el esqueleto del TLCAN, el cual, 20 años después, es condenado aun por los empresarios mexicanos a quienes supuestamente debió haber beneficiado. Fuera del parasitario sector automotriz, que ha servido de outsourcing con una regalada mano de obra calificada para beneficio de las automotrices de Estados Unidos –carente de transferencia de tecnología, por lo que México no puede crear aún automóviles propios–, todo el resto de la economía mexicana ha sido una calamidad en todos los rubros de la actividad humana, que llegó hasta la expulsión obligada de alrededor de 30 millones de mexicanos –verdaderos refugiados económicos quienes, como sus similares refugiados políticos, buscan la libertad económica fuera del país que se las niega– al otro lado de la frontera para ser humillados.

Más allá de la archisabida hecatombe del campo mexicano, cuando México en forma burlesca ha sido obligado a importar maíz (símbolo de la maravillosa leyenda del Popol Vuh: el maíz encarnado en hombre para alimentar a la humanidad), blanquillos y hasta frijoles (parte sustancial de la canasta básica).

Se ha sepultado la soberanía alimentaria y el “México neoliberal itamita” es más dependiente de la superpotencia agrícola de Estados Unidos y sus poderosas trasnacionales de transgénicos ( v. gr. Monsanto), que colocarán el último clavo en el féretro del campo mediante la inminente reforma agraria de Peña/Videgaray para profundizar aún más el cataclísmico neoliberalismo financierista/monetarista que siguen experimentando en los cementerios desde hace 32 años con Miguel de la Madrid.

Poco se ha evaluado en la absorción de México a Norteamérica –cuyo primer paso fue el mercantilista TLCAN, seguido por la encubierta seguridad norteamericana de la ASPAN/Plan Mérida bajo la batuta de Estados Unidos, hasta la suicida reforma energética Peña/Videgaray/Aspe– la letal entrega de la banca nacional que esclaviza el “México neoliberal itamita” al control financierista/monetarista/centralbanquista de Wall Street y la City. De todos los graves errores cometidos por los últimos seis presidentes, el peor ha sido el demencial desmantelamiento casi total de la banca en beneficio de las trasnacionales anglosajonas –la banca española es controlada por la banca inglesa: su caballo de Troya de penetración a Iberoamérica–, porque catalizó el suicidio energético.

Mucho más grave: la desnacionalización financiera (desmantelamiento de los bancos y las aseguradoras) se gestó en el seno de la desregulada globalización financierista/monetarista bajo el control de la dupla anglosajona de Wall Street y la City: segundo y tercer lugar respectivamente frente a un patético lugar 43 de México (detrás de Chile: 29; Brasil: 32; Panamá: 36; Perú: 41), según el índice de desarrollo financiero del Foro Económico Mundial de Davos (http://www.weforum.org/issues/financial-development).

La tragedia del TLCAN no es nada novedosa ni requiere jeremiadas de alquiler cuando desde 2004 (léase: hace 10 años) nada menos que National Bureau of Economic Research (NBER), conglomerado de los mejores economistas de Estados Unidos que dictaminan la recesión, había sentenciado que el TLCAN había sido un desempeño menos que estelar para México (http://www.nber.org/papers/w10289).

En síntesis: el reporte clásico de NBER constata que de los tres miembros del TLCAN, el “México neoliberal itamita” no funcionó y aquí no se sabía.

Se derrumbó así el mito medieval neoliberal del siglo XIX del supuesto axioma de la ventaja comparativa de David Ricardo, apostador consuetudinario que vivió con el mercantilismo británico del siglo XIX y cuyas comparaciones no son vigentes en la desregulada globalización financierista y menos ante la brecha y el desacoplamiento tecnológicos entre dos países ultradesarrollados y poderosamente financieros (Canadá y Estados Unidos) frente a un desvalido “México neoliberal itamita” que sólo obsequia hidrocarburos, minerales y mano de obra regalada local y de exportación.

Marc Lanthemann, del centro texano-israelí Stratfor (7/1/14), comenta en forma caricaturesca que el TLCAN benefició a la agricultura de Estados Unidos, pero resultó un experimento (sic) económico decepcionante (¡supersic!) y que, 20 años después, sus tendencias (¡supersic!) señalan un futuro (sic) comparativamente brillante (¡supersic!) para la triada de Norteamérica (sic).

A juicio de Lanthemann, no importa tanto el TLCAN, que ha conducido a una lenta pero inevitable integración económica, sino su poderoso imperativo geopolítico (¡supersic!) que fusiona (sic) a los tres países en forma conjunta –a mi juicio, con todos los recursos de México, pero sin indeseables mexicanos alienados.

Marc Lanthemann no oculta que el aplastante (¡supersic!) beneficiario de las ventajas geográficas ha sido, desde luego, Estados Unidos, cuyo ascenso meteórico como hegemón global se debió también en gran medida a que ninguno de sus vecinos (¡supersic!) representa una amenaza.

Lanthemann no comenta que México ha sido el gran perdedor desde El Álamo, a quien le deja de migajas abstractas el etéreo brillante futuro (¡supersic!) –que sepa Dios con qué se come– con su nula I&D, tecnofobia, un patético ranking en la competitividad global (lugar 55) y ahora sin petróleo.

Sobre el esqueleto del TLCAN y la pléyade de alucinantes fracasos –ALCA, ASPAN, PPP y Plan Mérida– proseguirá la integración militar y de seguridad de México tanto al NorthCom/Norad como a la nueva punta de lanza de Estados Unidos contra China: la ominosa Asociación Transpacífica.

¿A eso le llaman brillante futuro? ¿No significa más bien el suicidio crónico de México?

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Alfredo Jalife | BlackRock: el mayor inversionista del mundo detrás de la privatización de Pemex

The Economist (7/12/13) se burla de los teóricos de la conspiración a quienes se les escapa BlackRock entre su lista nociva: Pregunten a los teóricos de la conspiración quiénes son los que realmente gobiernan el mundo, y probablemente señalarán a los bancos globales, como Citigroup, Bank of America y JP Morgan, también citarán a gigantes petroleras como ExxonMobil y Shell. O quizá “se enfocarán a las firmas de bienes de consumo que tienen a miles de millones en esclavitud, como Apple, McDonald’s o Nestlé”, pero una firma que probablemente no aparecerá en su lista es BlackRock, un banco de manejo de inversiones cuyo nombre hará sonar pocas campanas fuera de los círculos financieros, pese a que es el mayor accionista de todas (¡súper sic!) las empresas mencionadas.

BlackRock –una transmutación de Blackstone y Evercore Partnership–, la poco conocida entidad financiera de EU descubierta desde hace casi 10 años por Bajo la Lupa (26/9/04 y 26/3/08), maneja azorantemente 15.1 millones de millones de dólares (trillones en anglosajón) de activos bursátiles que la colocan como la máxima inversionista del planeta, según The Economist.

Tal descomunal cifra es muy cercana al PIB (medido nominalmente) de la Unión Europea (el primero del mundo) y al de EU (el segundo) y casi al doble de China.

BlackRock controla la mayoría de las acciones del Grupo Pearson, que a su vez domina a The Economist y a The Financial Times, este último adónde acudieron Peña y Videgaray a obsequiar los hidrocarburos de México.

Los más de 15 millones de millones de dólares se conforman por 4.1 millones de millones en activos bajo manejo (AUM: Assets Under Management) y por otros 11 millones de millones que vigila a través de su plataforma de transacciones Aladino (sic).

Tal cantidad equivale al 7 por ciento de todas (¡súper sic!) las acciones, bonos y préstamos del mundo, alardea su revista controlada que explaya como 17 mil mercaderes en bancos, empresas de seguros, fondos soberanos de riqueza y otros que dependen en parte de los modelos analíticos de BlackRock para guiar (sic) sus inversiones. Por cierto, BlackRock obtuvo el año pasado una ganancia mirifica de 40 por ciento.

Tales 15 millones de millones de dólares convierten a BlackRock en el banco de inversiones mayor a cualquier banco, empresa de seguros, fondo de gobierno o rival de manejo de activos y “sólo maneja casi todo el dinero de los hedge funds (fondos de cobertura de riesgo) y de entidades privadas ( private equity) del mundo”. ¡Vaya megapoder!

Entre las tenencias de BlackRock en las principales 20 empresas del mundo predominan sus activos como máximo inversionista en megabancos y petroleras de EU y Gran Bretaña, lo cual le confiere una enorme influencia, poco conocida por la ciudadanía: ExxonMobil (5.4 por ciento, primer lugar como accionista), Chevron (6.2 por ciento, primer accionista), JP Morgan Chase (6.4 por ciento, primer accionista), WellsFargo/Wachovia (5.4 por ciento, segundo lugar), Shell (4.9 por ciento, primer accionista) –sin contar Apple (5.1 por ciento, primer accionista), Google (5.8 por ciento, segundo accionista) y Microsoft (5.5 por ciento, primer accionista). ¡Súper uf!

Resalta que tres de las cuatro trasnacionales anglosajonas –ExxonMobil, Chevron y Shell, que Bloomberg (9/12/13) da por descontado serán beneficiadas por la entreguista/masoquista Reforma Peña/Videgaray/Aspe– sean controladas por BlackRock, lo cual no dista de mi investigación (Bajo la Lupa, 13/11/13): ExxonMobil, Chevron y Shell.

No se puede soslayar la interconectividad fiduciaria de BlackRock en las grandes petroleras con los otros megabancos de inversiones de EU: The Vanguard Group, BNY Mellon, State Street, Wellington Management y Capital Group Companies, superpotencias financieras que operan lejos de los distractores reflectores.

Más allá de la conocida bidireccionalidad entre las cuatro grandes petroleras y los megabancos anglosajones, también sobresale la asombrosa circularidad intermegabancaria entre BlackRock, Bank of America, WellsFargo/Wachovia, JP Morgan Chase (de la que son y/o fueron miembros corporativos Tony Blair, Zedillo, Bernard Madoff, Lehman Brothers, Bear Stearns, etcétera.

Mucho más inquietante es la red de interconexión multiempresarial de BlackRock, donde despunta su conectividad con los siguientes bancos: Barclays, Bear Stearns, Morgan Stanley, Merrill Lynch, First Boston; no se diga con el muy influyente Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), que prácticamente es financiado por todos los megabancos de EU (para aquellos que aún creen en el Santa Claus de los think tanks desinteresados).

Por demás interesantes son los vínculos del presidente de BlackRock, el israelí-estadunidense Laurence Fink –quien recientemente vino a México a bendecir la privatización de Pemex– y su polémico hijo Joshua, con Larry Summers, ex secretario del Tesoro, y Rahm Emanuel, alcalde de Chicago y anterior jefe del gabinete de Obama.

Como era de esperarse, The Economist, controlada conjuntamente con The Financial Times por el Grupo Pearson, cuyo principal accionista es BlackRock, omitió deliberadamente los perturbadores nexos y la macabra historia del mayor banco de inversiones del mundo, cuyo rastreo de huellas radiactivas llegan a dos entidades financieras fantasmagóricas: Blackstone, que cobró el extraño doble (¡súper sic!) seguro de las torres gemelas del 11/9 (Bajo la Lupa, 26/09/04), y a Evercore Partnership, que preside el megafinanciero cupular Roger Altman y que compró la polémica Protego de Pedro Aspe y su alumno Luis Videgaray: ambos vinculados al ITAM cuyo consejo preside Alberto Bailleres.

No se puede pasar por alto la interconexión estratégica del muy silenciosamente influyente Albright Stonebridge Group tras las bambalinas cupulares del Olimpo de EU que vinculan a Lee Hamilton con Roger Altman, Charles Prince (ex director de Citigroup), Zedillo y Samuel Berger (asesor de Seguridad Nacional de Clinton).

Destaca también la interconexión del Wilson Center que preside Lee Hamilton con Chevron y Condy Rice, ex asesora de Seguridad Nacional de Baby Bush.

Sobresale que BlackRock tenga en su poder casi 9 por ciento del capital de Televisa, así como el gran capital que acumuló Zedillo.

Ahora ya sabemos puntualmente quiénes son los beneficiados en EU y aquí con la privatización de Pemex.

Alfredo Jalife-Rahme.

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Alfredo Jalife: The Economist arremete contra Pemex para deglutirla mejor

Las opiniones que vierte tóxicamente la revista británica The Economist –miembro del Grupo Pearson, al unísono del rotativo The Financial Times, portavoz del decadente neoliberalismo global– suelen causar excesiva polémica debido a su control fiduciario por los banqueros Rothschild: accionistas mayoritarios de la depredadora petrolera BP y que la literatura china (La guerra de las divisas, ver Bajo la Lupa, 13/9/10) considera que poseen la mayor fortuna del mundo occidental por más de 3 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares.

Cabe recordar que The Economist fue fundada con dinero mexicano procedente del saqueo pirata anglosajón antes de su nacionalización por el general Lázaro Cárdenas del Río, según reseñó el escritor británico Anthony Sampson en su clásico libro Las siete hermanas.

El libelo de la revista británica (1/11/13), que ha de estar muy nerviosa por el profundo repudio de 70 por ciento de la ciudadanía mexicana a la privatización, espeta que Pemex no tiene remedio (¡supersic!), aunque el gobierno tenga la valentía (sic) de arreglarla (sic).

Con escarnio procaz The Economist se burla tanto de los magros hallazgos en aguas profundas de Pemex como de su funcionario Carlos Morales –quien goza de enorme influencia tras bambalinas– para exagerar el desplome de Cantarell (el otrora quinto yacimiento planetario) de 3.2 millones de barriles al día a unos raquíticos 400 mil.

The Economist oculta que la demencial inyección de nitrógeno por un ex director de Pemex, hoy directivo de la depredadora Schlumberger, para beneficiar a EU, es la causa criminal de haber dañado entonces las finanzas de Pemex en 20 mil millones de dólares (a valor presente).

En forma hilarante, The Economist todavía se da el lujo de solicitar al aniquilador de Cantarell su interesada y sesgada opinión sobre la grave crisis del gas que le estalló al gobierno de Peña/Videgaray/Aspe en pleno rostro al heredar las cataclísmicas decisiones de los panistas Fox y Calderón influenciados por sus intereses particulares en la mediocre petrolera española Repsol.

Lo peor: todos los fracasados (literal y demostrable) ex directores de Pemex y ex secretarios de Energía se pronuncian hoy sin rubicundez a favor de la privatización de los hidrocarburos cuando han establecido alianzas estratégicas para sus finanzas personales con los accionistas anglosajones de los megabancos que controlan a las depredadoras trasnacionales petroleras anglosajonas ( v.gr. Jesús Reyes Heroles González Garza, con el banco Morgan Stanley; Luis Téllez Kuenzler, con Grupo Carlyle del nepotismo bushiano, etcétera).

The Economist manosea alegremente la desinformación sobre el tóxico “ shale gas” (gas esquisto/lutitas) y exhibe su furia de que la contrarreforma Peña/Videgaray/Aspe debió haber pasado el 7 de agosto pasado. ¡Ah caray: no lo sabíamos!

La revista neoliberal pirata The Economist no entiende cómo Pemex está contablemente quebrado cuando gana 100 dólares el barril con un costo de 7 dólares el barril (nota: costo abultado por los inolvidables e indelebles Pidiregas del cordobismo-zedillismo de irresponsabilidad ilimitada).

Resulta en sus bucaneras cuentas alegres que Pemex ha perdido (¡supersic!) 29 mil millones de dólares en cinco años, cuando en realidad ha tenido ingresos en ese lapso por más de 550 mil millones de dólares.

La revista –de los banqueros esclavistas Rothschild y su presunto prestanombres el megaespeculador George Soros– despotrica que Pemex pierde dinero en refinación y petroquímica, y vuelve a ocultar que estos dos rubros han sido deliberadamente aniquilados por los letales ex directores de la paraestatal.

La revista de los banqueros Rothschild/Soros distorsiona burdamente la ficticia correlación de producción de barril de petróleo producida por empleado al día: mendacidad que propala la entelequia CIDAC que firma lo que sea desde 2001 (documento infame Nuevos horizontes con el CSIS, Universidad de Austin y el ITAM) con tal de privatizar Pemex.

Se les escurre que la mano de obra mexicana es más barata que sus comparados –de Noruega, EU y Gran Bretaña–, lo cual compensa tal disparidad abultada unilateralmente.

Lo relevante es el instrumento de medición financiera EBITDA (Ver Bajo la Lupa, 14/7/13) de Pemex que supera a todos los citados y ridiculiza los malabarismos interesados de CIDAC-Comexi-IMCO-ITAM-Wilson Center.

No hay que exigirle peras a los olmos de The Economist, menos a los trabajos de maquila y/o de firma notarial neoliberal del CIDAC con estrechos vínculos teológicos con Comexi-IMCO-ITAM.

Todo es negativo en Pemex, a juicio de The Economist: desde la legendaria corrupción de su sindicato (por cierto, bastión electorero del PRI) pasando por el dispendio de 70 mil millones de dólares entre 2008 y 2012 en exploración en aguas profundas y shale gas con magros resultados hasta la imposibilidad de encontrar 30 mil millones de dólares para la apremiante reconfiguración de sus refinerías. ¡Pamplinas bucaneras!

¿Y las reservas del Banco de México en más de 170 mil millones de dólares? ¿Y los fondos mexicanos de pensiones en más de 125 millones de pesos cuyo 20 por ciento invierten en EU y Europa? ¿Y la creatividad de la ingeniería financiera?

Sobre los magros resultados, según el desinformador The Economist, se me reporta confidencialmente que existe ocultamiento de datos muy positivos en Chicontepec y en la franja litoral de Tabasco con el fin de regalarlos posteriormente a los 10 magníficos locales. ¿Será?

Lo único veraz que perora The Economist es que México no tiene un significativo sector privado (¡supersic!) en la industria petrolera (nota: ni gasera tampoco: privatizada subrepticiamente por los españoles aliados al PAN) por lo que la mayor parte de las inversiones tendrán que venir de firmas foráneas, lo que para los nacionalistas (¡supersic!) sería difícil digerir.

¿Cómo, entonces, se le puede entregar a un insignificante sector privado local el petróleo convencional, más aún después de la tragedia de la privada petrolera brasileña OGX (ver Bajo la Lupa, 3/11/13)?

Urge quebrar a Pemex cuanto antes y como sea con trucos contables neoliberales para que así pueda ser mejor deglutida por las 10 empresas privadas mexicanas (ver Bajo la Lupa, 3/11/13) y las cuatro grandes petroleras anglosajonas seleccionadas de antemano en la postración entreguista de Peña y Videgaray en las oficinas de The Financial Times: “su deuda se disparó a 60 mil millones de dólares (nota: una bicoca para una empresa que el año pasado aportó 125 mil millones de dólares de ingresos) y su hueco en su reserva de pensiones asciende a enormes 100 mil millones de dólares. ¡Bájenle!

Tampoco todos los jubilados se retiran y/o son despedidos simultáneamente (nota: a propósito, ya se inició una campaña negra contra la planta de empleados ancianos de Pemex), además que existe la ingeniería financiera para paliar un pasivo total de 160 millones de dólares cuando se goza con descomunales ingresos anuales.

El verdadero problema es la succión vampiresca de 70 por ciento de los ingresos de Pemex por la neoliberal cuan disfuncional Secretaría de Hacienda itamita que no recauda impuestos: ranking mundial 144 (¡así con tres dígitos!) en proporción al PIB, según la CIA.

¡La quebrada es la neoliberal Secretaría de Hacienda itamita que no tiene remedio, no Pemex!

Alfredo Jalife-Rahme
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