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Papa Francisco "La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio"

  


Catequesis - “Curar el mundo”: 3. La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Y el virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!

Por tanto, la respuesta a la pandemia es doble. Por un lado, es indispensable encontrar la cura para un virus pequeño pero terrible, que pone de rodillas a todo el mundo. Por el otro, tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. En esta doble respuesta de sanación hay una elección que, según el Evangelio, no puede faltar: es la opción preferencial por los pobres (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG], 195). Y esta no es una opción política; ni tampoco una opción ideológica, una opción de partidos. La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio. Y el primero en hacerlo ha sido Jesús; lo hemos escuchado en el pasaje de la Carta a los Corintios que se ha leído al inicio. Él, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecernos a nosotros. Se ha hecho uno de nosotros y por esto, en el centro del Evangelio, en el centro del anuncio de Jesús está esta opción.

Cristo mismo, que es Dios, se ha despojado a sí mismo, haciéndose igual a los hombres; y no ha elegido una vida de privilegio, sino que ha elegido la condición de siervo (cfr. Fil 2, 6-7). Se aniquiló a sí mismo convirtiéndose en siervo. Nació en una familia humilde y trabajó como artesano. Al principio de su predicación, anunció que en el Reino de Dios los pobres son bienaventurados (cfr. Mt 5, 3; Lc 6, 20; EG, 197). Estaba en medio de los enfermos, los pobres y los excluidos, mostrándoles el amor misericordioso de Dios (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2444). Y muchas veces ha sido juzgado como un hombre impuro porque iba donde los enfermos, los leprosos, que según la ley de la época eran impuros. Y Él ha corrido el riesgo por estar cerca de los pobres.

Por esto, los seguidores de Jesús se reconocen por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los enfermos y a los presos, a los excluidos, a los olvidados, a quien está privado de alimento y ropa (cfr. Mt 25, 31-36; CIC, 2443). Podemos leer ese famoso parámetro sobre el cual seremos juzgados todos, seremos juzgados todos. Es Mateo, capítulo 25. Este es un criterio-clave de autenticidad cristiana (cfr. Gal 2,10; EG, 195). Algunos piensan, erróneamente, que este amor preferencial por los pobres sea una tarea para pocos, pero en realidad es la misión de toda la Iglesia, decía San Juan Pablo II (cfr. S. Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 42). «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» (EG, 187).

La fe, la esperanza y el amor necesariamente nos empujan hacia esta preferencia por los más necesitados,[1] que va más allá de la pura necesaria asistencia (cfr. EG, 198). Implica de hecho el caminar juntos, el dejarse evangelizar por ellos, que conocen bien al Cristo sufriente, el dejarse “contagiar” por su experiencia de la salvación, de su sabiduría y de su creatividad (cfr. ibid.). Compartir con los pobres significa enriquecerse mutuamente. Y, si hay estructuras sociales enfermas que les impiden soñar por el futuro, tenemos que trabajar juntos para sanarlas, para cambiarlas (cfr. ibid., 195). Y a esto conduce el amor de Cristo, que nos ha amado hasta el extremo (cfr. Jn 13, 1) y llega hasta los confines, a los márgenes, a las fronteras existenciales. Llevar las periferias al centro significa centrar nuestra vida en Cristo, que «se ha hecho pobre» por nosotros, para enriquecernos «por medio de su pobreza» (2 Cor 8, 9).[2]

Todos estamos preocupados por las consecuencias sociales de la pandemia. Todos. Muchos quieren volver a la normalidad y retomar las actividades económicas. Cierto, pero esta “normalidad” no debería comprender las injusticias sociales y la degradación del ambiente. La pandemia es una crisis y de una crisis no se sale iguales: o salimos mejores o salimos peores. Nosotros debemos salir mejores, para mejorar las injusticias sociales y la degradación ambiental. Hoy tenemos una ocasión para construir algo diferente. Por ejemplo, podemos hacer crecer una economía de desarrollo integral de los pobres y no de asistencialismo. Con esto no quiero condenar la asistencia, las obras de asistencia son importantes. Pensemos en el voluntariado, que es una de las estructuras más bellas que tiene la Iglesia italiana. Pero tenemos que ir más allá y resolver los problemas que nos impulsan a hacer asistencia. Una economía que no recurra a remedios que en realidad envenenan la sociedad, como los rendimientos disociados de la creación de puestos de trabajo dignos (cfr. EG, 204). Este tipo de beneficios está disociado por la economía real, la que debería dar beneficio a la gente común (cfr. Enc. Laudato si’ [LS], 109), y además resulta a veces indiferente a los daños infligidos a la casa común. La opción preferencial por los pobres, esta exigencia ético-social que proviene del amor de Dios (cfr. LS, 158), nos da el impulso a pensar y a diseñar una economía donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro. Y nos anima también a proyectar la cura del virus privilegiando a aquellos que más lo necesitan. ¡Sería triste si en la vacuna para el Covid-19 se diera la prioridad a los ricos! Sería triste si esta vacuna se convirtiera en propiedad de esta o aquella nación y no sea universal y para todos. Y qué escándalo sería si toda la asistencia económica que estamos viendo —la mayor parte con dinero público— se concentrase en rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o al cuidado de la creación (ibid.). Hay criterios para elegir cuáles serán las industrias para ayudar: las que contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación. Cuatro criterios.

Si el virus tuviera nuevamente que intensificarse en un mundo injusto para los pobres y los más vulnerables, tenemos que cambiar este mundo. Con el ejemplo de Jesús, el médico del amor divino integral, es decir de la sanación física, social y espiritual (cfr. Jn 5, 6-9) —como era la sanación que hacía Jesús—, tenemos que actuar ahora, para sanar las epidemias provocadas por pequeños virus invisibles, y para sanar esas provocadas por las grandes y visibles injusticias sociales. Propongo que esto se haga a partir del amor de Dios, poniendo las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. No olvidar ese parámetro sobre el cual seremos juzgados, Mateo, capítulo 25. Pongámoslo en práctica en este repunte de la epidemia. Y a partir de este amor concreto, anclado en la esperanza y fundado en la fe, un mundo más sano será posible. De lo contrario, saldremos peor de esta crisis. Que el Señor nos ayude, nos dé la fuerza para salir mejores, respondiendo a la necesidad del mundo de hoy.

[1] cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre algunos aspectos de la "Teología de la Liberación", (1984), 5

[2] Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (13 de mayo de 2007), 3.


La Iglesia católica y comunidad hebrea ofrecerán 40 mil cenas navideñas para pobres en situación de calle.

 



Serán más de 40 parroquias de Guadalajara, así como municipios participantes pertenecientes a la Arquidiócesis los que ofrecerán estas cenas en diversos puntos del estado

Llegar a 40 mil cenas navideñas es la meta de este año para el Arzobispado de Guadalajara en el evento masivo “10 mil Navidades en una” que consiste en ofrecer una cena a miles de personas en situación de calle, vulnerables o necesitadas.

“Esta iniciativa tiene todas las características en acercarnos al hermano que sufren en necesidad y hacerle sentir el amor misericordioso de Dios para con ellos”, dijo el cardenal de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega.

En conferencia de prensa, el Cardenal, Francisco Robles; Magdaleno Cueva, secretario canciller de la Arquidiócesis y Graciela Ciociano, quien es representante de la comunidad Hebrea en Guadalajara invitaron a los feligreses católicos a sumarse y donar el tiempo para el objetivo como voluntarios, además de donaciones en especie o económicamente.

Cuenta de la Arquidiócesis de Guadalajara A. R. Banco Santander

Cuenta: 65506960877

CLABE: 014320655069608771

Serán más de 40 parroquias de Guadalajara, así como municipios participantes pertenecientes a la Arquidiócesis los que ofrecerán estas cenas en diversos puntos del estado, también cuatro hospitales y un albergue, incluso hay planes de ayudar constantemente a las personas en situación de calle el próximo año.

“Un proyecto estable de la aportación de proteína y carbohidrato, no les ponemos decir más ahora hasta que ya esté cuajado, pero en las zonas de mayor impacto social y marginal de la ZMG lo cual permitiría que las personas de escasos recursos pudieran adquirir proteína, concretamente pollo rostizado, mediante la base de datos que ha generado 10 mil navidades”, comentó Magdaleno Cueva.

En la explanada de la Catedral, se ofrecerán 2 mil cenas, en donde en palabras del Arzobispado se pretende brindar paz y esperanza a las personas más vulnerables con vidas de dificultades y sufrimiento.


¿La Iglesia no ayuda? Mira estas 15 imágenes con acciones de la Iglesia por el coronavirus.

 
Muchos son los mitos y leyendas que rondan entorno a la Iglesia católica, y en tiempos de crisis y emergencias como las que vivimos ahora por la pandemia del coronavirus, se suelen exacerbar los ataques, basados en dichos mitos y leyendas, contra esta organización bimilenaria que se remonta al primer siglo de nuestra era.

Hoy día pueden leerse en las redes publicaciones donde se cuestiona qué está haciendo la Iglesia por los enfermos y familiares de enfermos por coronavirus, así como por las personas más necesitadas que ante la cuarentena han perdido sus ingresos. 

Algunos publicaciones que afirman que la Iglesia solo colabora con rezos y no con ayuda material se han hecho realmente virales.

Por eso y para honrar la verdad, aquí publicamos 15 imágenes de la Iglesia en acción. Sabemos que las acciones y las imágenes que podríamos publicar son muchísimas más. Esto solo intenta ser una pequeña muestra.







Papa Francisco: Un pobre que muere de frío no es noticia, pero si cae la bolsa se arma un escandalo.



"No entren en el juego de la cultura del descarte", exhortó el máximo líder de la Iglesia cristiana en el mundo, el Papa Francisco, a los jóvenes reunidos en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Para el mundo “no es noticia” cuando un pobre muere de frío y de hambre, pero se arma “el gran escándalo mundial” cuando las bolsas de valores de las principales capitales caen dos o tres puntos, señaló el Papa.

El vicario de Cristo dirigió hoy un discurso al mundo de la escuela y de la universidad en el que recordó a docentes y estudiantes que la carrera profesional no solo es un derecho, sino también un privilegio que llama a un compromiso con los más pobres y con aquellos que por falta de recursos no pueden acceder a los estudios superiores.

“No es humano entrar en el juego de la cultura del descarte”, señaló Francisco, quien se refirió a los indigentes y a los más necesitados.

“Yo vivo en Roma. En invierno hace frío. Sucede que muy cerquita del Vaticano aparece un anciano en la mañana muerto de frío. (Esto) no es noticia en ninguno de los diarios, en ninguna de las crónicas. Un pobre que muere de frío y de hambre no es noticia; ¡pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos se arma el gran escándalo mundial!”, denunció.

En ese sentido, el Papa recordó que la pregunta de Dios a Caín “¿dónde está tu hermano?” sigue resonando en el mundo de hoy. “Les pido que se hagan otra vez, cada uno esta pregunta y la hagan a la universidad, a vos universidad católica, ¿dónde está tu hermano?”, expresó.

Con información de ACI Prensa.

Mitos sobre "las riquezas de la Iglesia" y el hambre en el mundo.



Por: Aitor Miranda.

Para intentar atacar y desacreditar la labor de la Iglesia Católica, labor de todos los bautizados que la formamos, algunos medios de comunicación social, politicuchos rancios, escritores, filósofos y teologuillos de media tinta, suelen usar siempre los mismos tópicos en su afán de ganar una miserable pizca de protagonismo en este mundo de la imagen.

Parece que poco a poco con sus discursos y panfletos, van logrando que la sentencia “calumniad con audacia: algo siempre quedará”, del filosofo inglés Francis Bacon, vaya modelando las mentes de nuestros jóvenes y no tan jóvenes conciudadanos.

En mi experiencia como profesor de Religión en un instituto público y en muchas de las conversaciones que mantengo con amigos y conocidos, cuando sale el tema de la Iglesia católica, el 90 por ciento de las veces salen a la palestra las riquezas de la Iglesia y el hambre en el mundo. Cuando les pregunto de dónde han sacado esos datos, todos dicen que los han leído o escuchado en tal periódico o en tal radio. Lo malo no es que se lea un determinado periódico u opiniones de ciertos escritores, ni se escuche tal emisora de radio, lo realmente perjudicial es que esas informaciones sean tomadas como “palabra de Dios” y no sean contrastadas con informaciones veraces.

¿Que la Iglesia tiene mucho dinero? Por supuesto que sí, para proyectos de promoción y creación de escuelas y dispensarios hace falta dinero y mucho, si no, es imposible que salgan adelante. Gracias a Dios, millones de personas siguen confiando en la Iglesia católica y dan sus donativos y colectas a esta institución, ¡por algo será! La razón es que confían en ella, porque saben que la Iglesia es transparente en sus cuentas y hará llegar a buen término el dinero que le ha sido confiado.

No hay ninguna institución social ni política, ni siquiera religiosa, que tenga a miles de sus miembros, hombres y mujeres trabajando en proyectos de desarrollo, promoción y anuncio de la Buena Noticia en países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo, como tiene la Iglesia Católica.

Otras de las cuestiones que salen a relucir en clase y en conversaciones es la siguiente: si la Iglesia vendiera las miles de obras de arte que tiene, el dinero que se sacara serviría para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo. Muy bien, vendamos el Vaticano con sus obras por separado o cualquier otro edificio religioso. ¿Qué ocurriría? Lo más probable y seguro es que las compraría un multimillonario que guardaría sus nuevas adquisiciones en su mansión altamente asegurada -no podía ser menos- para que sólo contemplaran sus nuevas obras gente de su mismo nivel económico. En el mismo momento en el que se vendiera esas obras, se perdería gran parte de nuestro patrimonio, patrimonio de la humanidad. Ya solo nos tendríamos que contentar con contemplarlas en vídeos, fotos y libros.

Seguidamente suelo aprovechar para decirles a los alumnos: vendamos ya, puestos a vender, la talla de la Virgen del siglo XIV, patrona de vuestro pueblo. La mayoría responden que la Virgen no está en venta, es suya, del pueblo y se sienten identificados con ella.
Y después de vender todo lo anterior, supongamos que acabamos con el hambre y la pobreza en el mundo. ¿Por cuanto tiempo? A lo más durante unos meses, y después de haber vendido los bienes culturales, patrimonio de la humanidad, el hambre y la pobreza en el mundo resurgirán como el Ave Fenix.

El problema del hambre y la pobreza en el mundo no se soluciona vendiendo o malvendiendo obras de arte, es un problema mucho más profundo, más radical. Forma parte de la “estructura de pecado o pecado estructural”, término que aparece en la teología de la liberación y en la encíclica social Sollicitudo rei socialis (nº36), de nuestro entrañable Beato Papa Juan Pablo II. Para luchar contra este pecado de calado social es necesario que cambiemos, que demos un giro a nuestras vidas, porque nuestro pecado personal favorece, alimenta y contribuye a que las estructuras de pecado sigan devorando sin piedad a más de la mitad parte de la humanidad.

No quiero acabar sin hacer referencia a un gran santo oscense, cuya fiesta la celebramos el pasado 10 de agosto, San Lorenzo, diácono y mártir.

Cuando el prefecto de Roma, pagano muy amigo de conseguir dinero, le ordenó que entregara las riquezas de la Iglesia, Lorenzo pidió tres días para poder recolectarlas y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba. Al tercer día, compareció ante el prefecto y le presentó los pobres y enfermos que él mismo había congregado y le dijo que ésos eran los verdaderos tesoros de la Iglesia. El prefecto entonces le dijo: "Osas burlarte de Roma y del emperador, y perecerás. Pero no creas que morirás en un instante, lo harás lentamente y soportando el mayor dolor de tu vida".

Y así fue, torturándolo con escorpiones antes de asarlo en una parrilla.

«La corrupción de los poderosos la pagan los pobres»: Papa Francisco.


«La corrupción de los poderosos termina siendo pagada por los pobres, quienes por avidez de los demás terminan sin aquello que necesitan y a lo que tienen derecho».
Lo anterior lo afirmó el Papa Francisco esta mañana en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta. «El único camino para vencer el pecado de la corrupción - concluyó- es el servicio a los demás que purifica el corazón».
 

Una historia muy triste que, aunque es muy antigua, sigue siendo un reflejo de uno de los pecados más “a la mano”: la corrupción. El Papa Francisco reflexiona sobre la página de la Biblia, según lo propuesto por la liturgia, que cuenta la historia de Nabot, propietario de un viñedo por generaciones. Cuando el Rey Acab con la intención -dijo el Papa - «de ensanchar un poco su jardín», le pide que se lo venda, Nabot se niega porque no tiene la intención de deshacerse de la herencia de sus padres. El Rey tomó el rechazo muy mal, por lo que su esposa Jezabel teje una trampa: con la ayuda de testigos falsos, hace llevar a la corte a Nabot, que termina condenado y apedreado hasta la muerte. Y al final, entrega la viña deseada a su marido, quien - observa el Papa Francisco – la recibe  «tranquilo, como si nada hubiera pasado». «Esta historia se repite continuamente entre los que tienen poder material o poder político o poder espiritual», señaló el Papa.
 

«En los periódicos leemos muchas veces: ah, fue llevado al tribunal aquel político que se ha enriquecido mágicamente. Estuvo en el tribunal, fue llevado a la corte aquel jefe de empresa 'mágicamente' enriquecido, es decir, por la explotación de sus trabajadores. Se habla demasiado de un prelado que se ha enriquecido mucho y ha dejado su deber pastoral para cuidar su poder. Así, los corruptos políticos, los corruptos de los negocios y los corruptos eclesiásticos. Están por todas partes. Y tenemos que decir la verdad: la corrupción es precisamente 'el pecado a la mano', que tiene aquella persona con autoridad sobre los demás, sea económica, sea política, sea eclesiástica. Todos somos tentados a la corrupción. Es un pecado 'a la mano'. Porque cuando uno tiene autoridad se siente poderoso, se siente casi Dios».
 

Por otra parte -prosiguió el Papa Francisco– «se corrompe a lo largo del camino de la propia seguridad. Con el bienestar, el dinero, el poder, la vanidad, el orgullo... Y a partir de ahí, todo, incluso matar». Pero -se pregunta el Papa - «¿quién paga la corrupción, el que te lleva el soborno? ¡No! Esto es lo que hace el intermediario. La corrupción en realidad, la paga el pobre».
 

«Si hablamos de los corruptos políticos o de los economistas corruptos, ¿quién paga esto? Pagan los hospitales sin medicinas, los enfermos que no tienen cuidados, los niños sin educación. Ellos son los modernos Nabot, que pagan la corrupción de los grandes. ¿Y quién paga la corrupción de un prelado? La pagan los niños, que no saben hacerse el signo de la cruz, que no saben la catequesis, que no son cuidados.
 

La pagan los enfermos que no son visitados, la pagan los encarcelados que no tienen atención espiritual. Los pobres pagan. La corrupción la pagan los pobres: pobres materiales, pobres espirituales».
 

Para el Sumo Pontífice, el único camino para salir de la corrupción y superar la tentación es "el servicio" porque, agregó, «la corrupción proviene del orgullo y la soberbia, y el servicio, en cambio, es caridad humilde por ayudar a los demás».
 

«Hoy, ofrecemos la Misa por estos tantos, tantos, que pagan la corrupción, que pagan la vida de los corruptos. Estos mártires de la corrupción política, de la corrupción económica y de la corrupción eclesiástica. Rezamos por ellos. Que el Señor nos acerque a ellos. Seguramente estaba muy cerca de Nabot, en el momento de la lapidación, así como estaba muy cerca de Esteban. Que el Señor esté cerca de ellos y les dé la fuerza para ir hacia adelante en su testimonio, en el propio testimonio».

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